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Es lógico pensar que, en el pueblo de Dios, el liderazgo debiera estar libre de ansias de poder, críticas devastadoras o sentimientos de superioridad; pero no siempre es así. Te propongo echar un vistazo al caso de dos líderes, María y Aarón, porque enseña tres profundas lecciones.
1) Las ansias de poder. Las personas de mayor autoridad en el pueblo de Dios después de Moisés objetaron al liderazgo de este. A pesar de que era el líder elegido por Dios mismo, Moisés se vio así minado en su autoridad y atacado injustamente. ¿Por qué? Porque dos personas aspiraban a tener su mismo poder e influencia. Es interesante notar cómo la Biblia dice que "el Señor oyó" (Núm. 12:2); es decir, que Dios se da cuenta de estas injusticias y actúa. Tal vez no cuando tú o como tú esperabas, pero actúa. Por eso, igual que hizo Moisés, busquemos al Señor cuando nos lastimen las realidades del liderazgo; oremos por quienes actúan equivocadamente y mantengamos la fe.
2) Las críticas devastadoras. Quien tomó la iniciativa en esta rebelión fue María. Aunque la traducción de Números 12: 1 dice «María y Aarón empezaron a hablar mal de Moisés», el verbo hebreo traducido como «hablar» «está conjugado en femenino y tercera persona del singular, habló ella, lo que sugiere que fue María la que inició la queja. Además, su nombre está antes del de Aarón, estructura gramatical que sugiere que María habló contra Moisés, o sea, se rebeló contra él, y Aarón la apoyó como cómplice».* Ni iniciar una rebelión contra el liderazgo de la iglesia ni apoyarla es aceptable; no caigamos en esas actitudes por «justificadas» que nos parezcan. Busquemos caminos cristianos ante estos problemas.
3) Los sentimientos de superioridad. Una de las razones de la rebelión de María y Aarón era que Moisés «se había casado con una mujer etíope» (Núm. 12: 1). Cuántas veces nos molesta que alguien de otra cultura, raza o nivel socioeconómico, tenga influencia en la iglesia. Pero vemos por la respuesta de Dios que no aprueba esta discriminación dentro de su pueblo.
Dios nos invita a aprender de las experiencias narradas en la Biblia para que evitemos disfuncionalidades dentro de la iglesia. Uno de nuestros peores enemigos (y enemigo de nuestra misión) es el desánimo que nos generan este tipo de problemas en el liderazgo. Por eso, busquemos un mejor camino y mantengamos la vista en Dios, para no abandonar. Aprendamos de los errores ajenos.
«Nadie será un gran líder si quiere recibir todo el crédito». Andrew Carnegie.
* Comentario bíblico de Andrews, notas a Números 12.