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En la universidad, para muchos estudiantes darse una ducha (bañarse en la regadera) es una batalla de velocidad. Los trabajos prácticos y los calendarios atestados les dejan poco tiempo o lugar para bañarse. Mi hermana Michelle se llevaba un cronómetro a la ducha cada día para asegurarse de tener suficiente tiempo para todas sus responsabilidades, pero yo siempre me tomaba mi tiempo, pues sabía que esos minutos en la ducha serían los únicos momentos que estaría lejos de los libros. Disfrutaba leyendo sin apuro el dorso de las botellas de jabón líquido y champú, y a menudo me distraía con las fascinantes instrucciones que tenían.
Todas las botellas de champú muestran una lista de ingredientes e instrucciones generales, pero algunas de las botellas de mis compañeras hacían más que describir el champú. Tenían “consejos” aleatorios que me decían cómo vestirme para clases. “¡Prueba una blusa con cuello barco hoy!”, “¡Ponte zapatillas de colores brillantes con joyas incrustadas para alegrar tu atuendo!” Como si mis profesores no me dieran ya suficiente para hacer, las botellas de champú también tenían que sumar sus consejos. Esas botellas claramente eran las más interesantes, pero yo me reí de lo ridículo de las sugerencias. Ah, de paso, nunca me puse un cuello, barco ni zapatillas con joyas incrustadas.
De hecho, no me suele gustar que otras personas (o botellas) me digan qué hacer. Siento que puedo hacerme cargo de mi vida sola, y los cuellos bote no me quedan bien. Esta actitud hace que versículos como Proverbios 19:20 me sean difíciles: “Escucha el consejo, y recibe la corrección, para que seas sabio en tu vejez”. Aunque no necesito recibir consejos de una botella de champú, probablemente debería escuchar más a menudo a mis amigos y familiares. Recibir consejos no quiere decir que yo sea tonta o incapaz. Salomón escribió: “El camino del necio es derecho en su opinión; más el que obedece al consejo es sabio” (Prov. 12:15). Escuchar instrucciones y recibir consejos piadosos es prueba de nuestra sabiduría.
Cuando tengas que tomar una decisión, ¿por qué no le pides consejo a tus padres, a un profesor o a un pastor en quien confíes? Ellos quizá tienen sabiduría que les gustaría compartir contigo.