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UNA BOLA DE NIEVE

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Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de reunirnos, como algunos acostumbran, sino animémonos unos a otros, y tanto más cuando ustedes ven que el día se acerca (Hebreos 10:24, 25).

Todo el dormitorio de señoritas de la Southern Adventist University estaba frente a las computadoras, esperando el veredicto. 

 

“SE CANCELAN LAS CLASES PARA MAÑANA…” 

 

Gritos de alegría se escucharon por todo el dormitorio. Las chicas del piso de arriba corrían y saltaban. Los teléfonos zumbaban con planes para el día de nieve. Mis amigas y yo tomamos las valijas y empacamos para un fin de semana largo. Con la cancelación de las clases del viernes, podíamos ir temprano a casa. 

 

Nuestro hogar en Ohio tenía más nieve que Tennessee, y como estudiantes universitarios, nos pasamos la mayor parte del fin de semana arrojándonos nieve unos a otros, y empujándonos unos a otros en la nieve. Para algunos de mis amigos, arrojar nieve era una aventura nueva. Nunca antes habían apretado nieve entre las manos ni la habían moldeado para formar una bola sólida y congelada. Pero, aunque no habían crecido en un clima frío, instintivamente sabían cómo hacer una bola de nieve, y sabían que era necesario apretar la nieve para que volara. Si hubiéramos arrojado nieve suelta, no hubiera viajado muy lejos; pero las bolas de nieve bien apretadas volaban por el aire con fuerza y creaban batallas de nieve que espero nunca olvidar. 

 

Una bola de nieve pierde fuerza, velocidad y distancia si no está bien apretada, y los seres humanos tienen el mismo problema. Cuando no nos conectamos con otros cristianos, tenemos un menor impacto que el que tendríamos si formáramos vínculos sólidos con otros creyentes. Necesitamos unirnos con quienes aman a Dios tanto como nosotros. Cuando formamos grupos de jóvenes y tenemos estudios bíblicos o servimos juntos a la comunidad, logramos un impacto increíble. 

En el libro de Hebreos, Pablo explica cómo los cristianos pueden ayudarse unos a otros: “Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras. No dejemos de reunirnos, como algunos acostumbran, sino animémonos unos a otros, y tanto más cuando ustedes ven que el día se acerca” (Heb. 10:24, 25). Al trabajar juntos podemos animarnos a avanzar más de lo que cada uno podría individualmente.

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