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Un protector plástico para afeitadora (rasuradora) parece una gran idea, pero es mi pesadilla durante treinta segundos cada mañana. En lugar de proteger la hoja de metal, el protector plástico en realidad atrapa gotitas de agua y las mantiene contra el metal, lo que hace que se oxide antes de tiempo. Para realmente proteger la afeitadora, tengo que tomar el protector plástico, sacudirlo, soplarlo dos o tres veces, soplar la hoja de la afeitadora al menos dos veces, y luego colocar el protector. Últimamente, se me ha hecho más efectivo simplemente colgar la afeitadora boca abajo y dejar que el agua gotee, sin el protector puesto. Eso alarga la vida útil de la afeitadora al menos un par de semanas.
Un protector plástico para afeitadora a menudo no logra mantener la afeitadora sin óxido y, de manera similar, nuestros intentos humanos por proteger nuestros mayores tesoros también fracasan. Pero Jesús sugirió una solución para este problema. Dijo: “No acumulen tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corroen, y los ladrones socavan y roban. Si no acumulen tesoros en el cielo, donde ni polilla, ni óxido corroen, ni ladrones destruyen, ni roban” (Mat. 6:19, 20). La mejor manera de proteger nuestros tesoros es guardarlos en el cielo. Un collar de diamantes, un coche deportivo, una carta de amor o un videojuego pueden estropearse, pero el gozo, la paz y el amor de Dios durarán para siempre. Si pones todas tus esperanzas y sueños en una vida feliz en el cielo, nada podrá decepcionarte, porque Dios te prometió esa vida, y nada puede destruirla. Nosotros podemos tener el poder de un protector plástico para afeitadoras, pero solo Dios puede protegernos del óxido.