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No tengo suerte con los apretones de mano. Cuando me gradué de la Southern Adventist University, no podía esperar a darle la mano al Dr. Bietz cuando me daba el diploma. Desafortunadamente, estaba tan emocionada que extendí la mano unos tres metros antes de llegar a su lado en la plataforma. El sábado pasado, en la iglesia, cuando quise saludar a un caballero ancianito, nuestras manos ni siquiera se encontraron y tuvimos que intentar otra vez. Parece simple, pero a mí no me sale.
Mi papá, por otro lado, hace todo lo posible para que sus apretones de mano sean placenteros, especialmente los sábados, cuando saluda a las personas en la puerta de la iglesia. En el invierno, usa bolsitas, calienta manos para que sus saludos sean cálidos y amistosos. Antes de salir de casa, pone un par de bolsitas, calienta manos en el microondas y luego las guarda en los bolsillos. Permanecen tibias durante varias horas antes de requerir que se las caliente otra vez, y la congregación se siente cómoda al saludarlo.
Las bolsitas calienta manos requieren que se las recalienten en el microondas para continuar calentando los bolsillos y las manos de mi papá. Daniel, de las bien conocidas historias del Antiguo Testamento, tenía una necesidad similar, e insistió en pasar tiempo con Dios cada día para mantener el corazón encendido por él. Incluso cuando el rey escribió un decreto que castigaba con la muerte a los que oraban, Daniel continuó hablando con Dios tres veces al día. Quizás has escuchado esta historia un millón de veces, pero lee otra vez el capítulo 6 de Daniel. ¡Es una historia increíble!
Daniel conocía la importancia de dedicar tiempo para recargarse con Dios, incluso cuando fuera amenazado con leones. Puede que no haya leones que obstaculicen nuestras oraciones, pero tenemos el colegio, los amigos y otras responsabilidades que se interponen a ese tiempo tan importante. Tenemos que recordar que, así como las bolsitas calienta manos, necesitan que las calentemos periódicamente en el microondas para que permanezcan tibias a lo largo del día, y así como Daniel necesitaba momentos dedicados a la oración para mantenerse cerca de Dios, nosotros también necesitamos separar momentos específicos para Dios, para continuar brillando para él.