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LA RED DE BALONCESTO

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Por sus frutos los conocerán. ¿Se cosechan uvas de los espinos o higos de los abrojos? (Mateo 7:16).

James Naismith acercó una escalera y trepó al balcón en el gimnasio del YMCA. Cuidadosamente, clavó dos canastas de duraznos a la baranda del balcón antes de dar instrucciones a su clase de educación física. Luego de explicarles el objetivo de la actividad, James les tiró una pelota a sus estudiantes y les dijo que jugaran este nuevo juego: baloncesto (básquetbol). 

 

Desde su invención en la década de 1890, el baloncesto ha evolucionado drásticamente. A medida que ganaba popularidad, los oficiales cambiaron las canastas de duraznos por aros y redes, para permitir que la pelota caiga nuevamente al suelo. Pero, ¿por qué eligieron un aro y una red? Con seguridad hubiera sido más barato y más fácil mantener solo un aro, pero la red ha permanecido durante más de cien años. 

 

Buscando una respuesta, le pregunté a O´Neil, uno de mis estudiantes, por qué se necesita la red. 

 

–Es una confirmación. 

 

–¿Una confirmación? 

 

–Sí. ¿Alguna vez intentó jugar básquet sin una red? Puede pasar el día entero discutiendo si la pelota realmente pasó por el aro o no. Con una red, es evidente. Todos lo saben. 

 

Y ese es el propósito de la red. Quizá no le ayuda a un equipo a ganar más puntos, pero provee una evidencia del puntaje. 

 

Jesús intentó explicarles un concepto similar a sus discípulos cuando dijo: “Por sus frutos los conoceréis”. Aunque las buenas obras no pueden salvarnos, nuestras acciones son una evidencia de la relación que tenemos con Dios. Si nos conectamos con él cada mañana y permitimos que guie nuestra vida, él nos llenará del Espíritu Santo y nuestras vidas reflejarán la diferencia. Pablo dice en Gálatas 5:22 y 23: “Más el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza”. Cuando observamos este fruto en nuestra vida, tenemos una confirmación de que Dios está al control. Así como la red de baloncesto confirma un punto, el fruto del Espíritu nos asegura que Dios está obrando en nuestro corazón.

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