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Hablando de neumáticos, cuando un hombre empieza a engordar un poco en la zona de la cintura, se suele referir a esa “expansión” como una “llanta”. Si piensas en la forma que tiene un neumático, entenderás por qué. Sin embargo, las chicas prefieren otros términos más delicados o más coherentes con la causa de la condición.
Los panecitos (magdalenas, muffins) se conocen de modo específico por tener esta forma expansiva típica. Cuando una cocinera pone mezcla en un molde para panecitos, no quiere que la masa permanezca dentro del molde. Quiere que crezca, que se eleve y se expanda un poco más allá del molde. De lo contrario, la masa se volvería dura e incomestible.
La iglesia es como un molde para panecitos. Provee una atmósfera espiritual que es difícil encontrar en otro lado, y así nos ayuda a crecer. Si solo nos sentamos en el banco de la iglesia nos volveremos duros y rancios. Tenemos la misión de expandirnos e ir más allá del edificio de la iglesia para alcanzar a otras personas y contarles el mensaje del amor de Dios. Jesús dijo: “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Vamos a la iglesia para recibir poder y bendiciones de Dios y para alabarlo por su bondad; pero en cierto punto tenemos que llevar esas bendiciones a otros. De esa clase de “expansión” podemos estar orgullosos.