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Estoy tipeando este devocional en un teclado QWERTY muy similar al que usas para tus tareas escolares. Luego de unas 10.000 palabras, ni siquiera pienso en las teclas que presiono. Sin embargo, cuando recién comenzaba a tipear, la disposición de las teclas me parecía extraña y arbitraria. Las letras no están ubicadas en filas perfectamente alineadas, y el conocido orden del ABC es solo un recuerdo.
Pero la disposición QWERTY no fue inventada para confundir a los pobres estudiantes. Todo comenzó con la máquina de escribir.
Cuando aparecieron las primeras máquinas de escribir a mitad de los 1800, las letras estaban dispuestas de la A -a la Z. Las personas aprendieron fácilmente el formato y podían escribir a gran velocidad. Desafortunadamente, las máquinas de escribir no podían con ese ritmo tan rápido de tipeo. Debajo de cada tecla, un brazo se levantaba con una bisagra y volvía a bajar; y cuando dos teclas o más bajaban en rápida sucesión, los brazos se cruzaban y la máquina de escribir se trababa. Los teclados QWERTY solucionaron el problema separando pares comunes de letras que se escriben juntas y ubicándolas en extremos opuestos del teclado.
Esto separaba las teclas que solían trabarse y redujo la velocidad de los escritores a un ritmo que la máquina podía sostener.
A menudo, queremos ir por la vida a toda velocidad. Queremos que Dios responda nuestros pedidos de oraciones ahora. Si tarda mucho, intentamos solucionar las cosas a nuestro propio tiempo. Los seres humanos hemos tenido este problema desde el comienzo de los tiempos. En el libro de Génesis, Abram y Sarai quería un hijo. Dios les dijo que tendrían un hijo, pero ellos no querían esperar los tiempos de Dios. Así, Abram tomó a Agar, la sierva de Sarai, para que fuera la madre de su hijo. El plan funcionó y Abram tuvo un hijo mucho antes de lo que debería haber sido. Desafortunadamente, sus acciones impacientes hicieron que su hogar se volviera un campo de batalla amargo y antagonista.
Quizá le has pedido algo a Dios y parece no responder. Sé paciente y espera que su plan se desarrolle en su tiempo. “Todo lo hizo hermoso en su tiempo” (Ecl. 3:11). Los humanos hacemos un caos en la vida cuando intentamos apurar la voluntad de Dios; pero esperar su tiempo nunca creará problemas.