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Largo tiempo ha durado el debate sobre qué mascota es mejor: por un lado, los gatos; y, por otro, los perros. Los gatos son limpios y calmados. Los perros son leales y amigables. Con tantas características positivas y negativas de ambas especies, mi esposo y yo acordamos adoptar ambos. Son muy diferentes, pero ambos comparten una característica: sus hábitos al beber. En la cocina tenemos un plato para que Willoughby y Henry puedan tomar agua. Pero su manera de beber es completamente diferente. Willoughby se acerca al plato de agua y lame gotas elegantemente con su lengua pequeña y rápida. Henry, por otro lado, se acerca torpemente al plato y sumerge todo el hocico en el agua, arrojando chorros de agua sobre los costados del plato con su lengua larga y descontrolada.
Los extraños hábitos de mis mascotas al beber agua pueden parecen un dato aleatorio, pero son parecidos a una historia que cuenta Jueces 7. Dios le había dicho a Gedeón reuniera un ejército para luchar contra los madianitas, que eran mucho más numerosos que los israelitas. Entonces, Dios dijo que el ejército era demasiado grande y que enviara a muchos hombres a sus hogares. Se fueron 22.000 hombres, y solo quedaron 10.000 (vers. 3). Pero, entonces, Dios dijo que el ejército todavía era demasiado grande. Gedeón llevó a los hombres que habían quedado a un arroyo donde Dios indicó que realizara una última prueba. Los hombres que levantaban un poco de agua con la mano para beber eran quienes debían luchar contra los madianitas. Quienes se arrodillaban en el arroyo para beber debían volver a sus hogares. Solo quedaron 300 hombres (vers. 4-7).
Puede parecer extraño que Dios los probara según la forma en que bebían agua, en lugar de usar un desafío de valor y heroísmo. Él pidió algo sencillo. Quizá tomar agua rápidamente con la mano mostraba que esos 300 hombres estaban dispuestos para la misión, mientras que los que se arrodillaban para beber demostraban una falta de motivación. Quizá Dios estaba probando distintas cualidades, pero esa pequeña prueba importaba mucho.
A menudo, esperamos una gran prueba de fe. Pero las pruebas suelen ser mucho más pequeñas y pasan inadvertidas. Estas pruebas más pequeñas evidencian nuestro carácter mucho mejor que las pruebas grandes que esperamos. Debemos enfrentar cada aspecto de la vida con el carácter adecuado.