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Mi hermana Michelle tiene una colección extraña de luces. Una lámpara tiene un pez flotante que “nada” cuando ella enciende la luz. Otra contiene todo tipo de monedas en la base de vidrio. Otra lámpara tiene la forma de una bombilla gigante, y proporciona un sentido de inspiración constante. Y, por supuesto, Michelle tiene una lámpara de lava llena de fascinantes globos viscosos de diversos tamaños que suben y bajan.
Las lámparas de lava que se compran en los negocios contienen cera y toxinas inflamables. Si fuera a construir una réplica exacta, rápidamente perdería las cejas y mi casa. Sin embargo, se puede hacer una buena imitación de lámpara de lava en casa con una botella de plástico, agua, colorante para alimentos, aceite y antiácidos.
Primero, llena la mayor parte de la botella con aceite. Luego, agrega un poco de agua y colorante. El agua y el colorante se hundirán de inmediato. Ahora, agrega un antiácido a la mezcla, ¡y mira cómo las gotas comienzan a subir! El antiácido formará un gas que se une al agua y la levanta a pesar del aceite. Cuando llega a la superficie, el gas se disipa en el aire y el agua vuelve a caer al fondo de la botella. Mientras haya antiácido, la “lava” seguirá subiendo y bajando.
Como el agua que se mantiene abajo por la presión del aceite, a menudo sentimos que los desastres diarios nos aplastan. Fácilmente, nos angustiamos y nos deprimimos cuando la vida se descontrola. Pero Dios nos eleva de esa oscuridad.
Así como el gas en la lámpara se une al agua y la hace elevarse entre el aceite, Dios nos sostiene fuertemente, nos da fuerza y nos lleva a lugares elevados (Sal. 18:32, 33). Sí, es probable que caigamos de nuevo si perdemos esa conexión, pero mientras tengamos a Dios en nuestra vida, él seguirá llevándonos camino al cielo.
“Humíllense ante el Señor, y él los exaltará” (Sant. 4:10).