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El 12 de marzo de 2011, mi amigo Dustin y yo caminábamos por el Parque Coolidge, riéndonos de las fuentes en forma de animales y criticando las luces del puente. Finalmente, decidimos regresar al colegio y comenzamos a cruzar el estacionamiento. Entonces, en medio de uno de los lugares para estacionar, Dustin se dio vuelta hacia mí, nervioso.
–Te iba a preguntar si querías salir… pero como ya salimos, creo que mejor te pregunto… ¿quieres ser mi novia?
–Está bien –dije yo, ¡y ahora compartimos el mismo apellido! La vida es así de loca. Por supuesto, los lugares para estacionarse no se inventaron como lugares románticos donde iniciar un noviazgo. Más bien, solo proporcionan un lugar donde las personas pueden estacionar sus vehículos mientras van al colegio, a la iglesia, al centro comercial, a un restaurante o a un parque. Los automóviles pueden pasar todo el día dando vueltas por una ciudad, o hacer largos viajes a través del país, pero cuando al fin se estaciona en un lugar hecho para eso, tiene un momento de descanso.
Nosotros también tenemos momentos designados para el descanso. La Biblia dice: “Y acabó Dios en el día séptimo la obra que hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que había hecho en la creación” (Gén. 2:2, 3). Dios santificó el séptimo día y lo apartó para el descanso. Durante el sábado no tenemos que preocuparnos sobre la propuesta del proyecto ni por el examen de la semana que viene. No tenemos que estudiar, ni trabajar, ni pensar en ninguna de esas cosas. El sábado nos ofrece 24 horas cada semana para descansar y olvidar el estrés de la vida diaria.
Incluso cuando nos la pasamos corriendo cada día, el sábado es un lugar designado para estacionar; un momento específico para relajar y tranquilizarnos. Aprovecha ese tiempo esta semana, y permite que Dios te dé el descanso que necesitas.