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Durante mi tercer año universitario, pensé que sería una buena idea ponerme de novia con un estudiante de música. Unos años después, decidí que sería una buena idea casarme con uno. Los estudiantes de música son un grupo extraño.
Dustin pasa horas escuchando grabaciones de arreglos de orquesta, agitando una batuta frente a un espejo de cuerpo completo. Un par de semanas después de que habíamos comenzado a salir juntos, estábamos sentados junto a un arroyo en el campus cuando pasó un camioncito de helados. ¡Dustin comenzó a dirigir la música que reproducía el camión a su paso! Como Dustin se apasiona tanto con la música, todo el tiempo está hablando de sus dispositivos musicales y sus asignaciones.
Según Dustin, un director de orquesta atesora más la batuta que cualquier otro instrumento. Cuando elige una batuta, debe encontrar un agarre cómodo, con el largo y el peso adecuados. Cada director de orquesta tiene sus preferencias personales, así que los fabricantes producen cientos de variantes de estos palitos glorificados. Dustin me llegó a describir la batuta como “una extensión del brazo del director de orquesta”. Dijo que “lleva la atención al director de orquesta y a lo que está intentando hacer”.
Esto es exactamente lo que los cristianos debemos hacer para Dios. Quizá recuerdes cantar “Somos sus manos” en la escuela sabática de niños. La canción nos describe como una extensión de Dios mismo, yendo al mundo para dirigir la mirada de todos a nuestro Creador, y a realizar su misión. Jesús explicó cómo tenemos que cumplir esta Gran Comisión: “Por tanto, vayan a todas las naciones, hagan discípulos bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo” (Mat. 28:19). Cuando contamos a otros lo que Dios ha hecho por nosotros, podemos animarlos a amar a Dios como nosotros lo amamos. Entonces, ellos pueden convertirse en batutas suyas, para llevar la atención de más personas a Dios y a su amor por el mundo.