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LA PELUSA

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Y muy pronto se difundió su fama por toda la provincia alrededor de Galilea (Marcos 1:28).

Cuando elijo qué ropa comprar, generalmente miro el color, siento la tela y me la pruebo para ver si me queda bien. Pero esto no me prepara para el día que toca lavar la ropa, y las prendas de repente se achican, se rompen o se destiñen terriblemente. 

 

Tengo un suéter nuevo que me encanta, pero que es especialmente difícil de lavar. Un día, cometí el error de ponerlo en la secadora (secar ropas). Sesenta minutos después abrí la puerta de la secadora y montones de pelusas rosadas salieron volando de la máquina y se pegaron en mi cabeza, mis hombros y el piso. Durante las siguientes semanas, cada prenda de ropa tenía pelusas rosadas. Las pelusas se habían esparcido por toda la carga de ropa que había lavado junta. 

 

Cuando Jesús comenzó su ministerio en la Tierra, su fama se esparció más rápido que las pelusas en la secadora. Todos escucharon sobre sus milagros y sus enseñanzas radicales, y querían saber más. El nombre de Jesús podría esparcirse igual de rápido hoy si todos nos esforzáramos para compartir lo que hizo por nosotros. La paz y el gozo no son comunes en este mundo. Las personas sienten que les falta algo en el corazón, y buscan cómo llenar el vacío. Cuando Jesús llena ese vacío en nuestra propia vida, debemos contarlo a los demás. En lugar de usar una manta de pelusas rosadas, podemos cubrirnos con el amor de Jesús. Cuando la gente vea lo que ha hecho por nosotros, su fama se esparcirá otra vez y coloreará el mundo con su amor.

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