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Cuando una pestaña se cae sobre mi rostro, me raspo las mejillas y sacudo la cabeza hasta que se vaya. En las películas, cuando una pestaña cae sobre el rostro de alguien, su pareja amorosamente la toma y la sostiene frente a ella para que pueda “pedir un deseo” y soplarla. Me parece gracioso que necesitemos otra razón más para pedir un deseo, como si los pasteles (las tortas) de cumpleaños y las estrellas fugaces no fueran suficientes. Pero nos encanta pedir deseos, y a veces está bien soñar.
Hace miles de años, Dios le permitió a Salomón pedir un deseo. La Biblia dice: “Y se le apareció Jehová a Salomón en Gabaón una noche en sueños, y le dijo Dios: Pide lo que quieras que yo te dé” (1 Rey. 3:5). Sin limitación alguna, Dios le ofreció a Salomón concederle cualquier deseo que tuviera. Y, a diferencia de un deseo de pestaña, ¡ciertamente se haría realidad! Si Dios me diera la misma oportunidad, creo que me gustaría elegir algo como más paciencia o más valor, pero no estoy segura. Sin embargo, Salomón tomó la decisión correcta. Él respondió: “Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?” (vers. 9). Salomón pidió sabiduría, y Dios se la dio. ¡Y todavía hoy en día Salomón es reconocido por su sabiduría! Pero Dios no solo le dio el don de sabiduría ilimitada a Salomón. Santiago 1:5 dice: “Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada”. Dios te dará la misma sabiduría ilimitada que le dio a Salomón; solo tienes que pedirla. No se requieren pestañas.