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EL RIZADOR DE PESTAÑAS

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Pues en vano me honran, enseñando como doctrinas mandamientos de hombres (Marcos 7:7).

–¡Ay, ay, ay! ¡Ay, ay, ay! Ay, ay. ¡Mi ojo! 

 

–¡Jessica! ¿Qué pasa? –pregunté, levantando la vista de la tarea y viendo a mi compañera que cubría con ambas manos su ojo derecho. 

 

Jessica me explicó, entre lágrimas, que había leído en una revista de belleza cómo calentar un rizador de pestañas con una secadora de cabello. Había tirado aire caliente sobre el aparatito de metal durante 10 segundos, y luego había usado el rizador caliente en el ojo. 

–¿Por qué? –pregunté mientras habría la canilla para ayudarla a enfriar la quemadura roja brillante. 

–Se supone que el calor hace que el rizado dure más tiempo. La revista decía que funcionaba muy bien. 

 

La revista estaba equivocada. Por favor, no pruebes esto en casa. Un rizador de pestañas puede rizar las pestañas adecuadamente por sí solo, y el calor agregado es un peligro para el ojo y la piel sensible a su alrededor. Jessica se arriesgó a quedar ciega cuando el metal caliente le tocó el ojo. Unos meses después del incidente de Jessica con las pestañas, una amiga me contó que se puede rizar las pestañas con una cuchara y queda igual que con un rizador. Para ahorrar unas monedas, decidí aprender la técnica. Quizá no lo hice con la técnica adecuada, porque perdí varias pestañas ese día y gasté esas monedas poco después. Necesitaba el rizador de pestañas. 

 

Los miembros de iglesia a menudo intentan sumar palabras a la Biblia. Piensan que agregando reglas y estipulaciones adicionales pueden ayudar a los pecadores a encontrar la salvación. Los fariseos constantemente exigían cumplir reglas de invención humana como si fueran divinas. Pero Jesús dijo que esa adoración es inútil (Mar. 7:7). La Biblia dice: “Porque por gracia han sido salvados por la fe. Y esto no proviene de ustedes, sino que es el don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe; (Efe. 2:8, 9). Las reglas de los hombres no pueden redimirnos, y cuando intentamos salvarnos agregando doctrinas y principios adicionales, solo nos alejamos de la maravillosa gracia salvadora de Dios. ¿Deberíamos, entonces, ignorar por completo las enseñanzas de la Biblia? ¡Claro que no! Necesitamos la Biblia. La Biblia cuenta la historia de la gracia salvadora y guía nuestra vida con instrucciones positivas. No necesitamos agregar nada a ella. No necesitamos desecharla ni buscar un sustituto. Simplemente, debemos descansar en las promesas de nuestro Dios.

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