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Crecí en una casa con ventanas grandes y amplias, llenas de vistas pintorescas y mariquitas. En realidad, había muchas más mariquitas que vistas pintorescas. Se trepaban por el vidrio y se juntaban en los alféizares, especialmente en los extremos. Cada pocos días, mi mamá tenía que sacar la aspiradora para limpiar las ventanas. Las mariquitas trepaban tan alto que mamá no llegaba; pero, afortunadamente, la manguera de la espiradora le permitía extenderse más allá de donde llegaba con los brazos. Siempre aparecían nuevas mariquitas, pero mamá tenía la aspiradora lista.
Así como la manguera de la aspiradora le permitía a mi mamá alcanzar las mariquitas que no alcanzaba con las manos, Dios nos ayuda a extendernos más allá de lo que pensamos posible para alcanzar a personas alejadas de él. Pero en lugar de aspirarlos a la oscuridad de la muerte, podemos ayudar a esas personas y suplir sus necesidades. Muchas personas podrían aprovechar una mano amiga. Dorcas, una amada viuda de la iglesia primitiva, era conocida por su labor caritativa. Ayudó a otros e hizo muchas buenas obras. Pero murió demasiado temprano. Cuando a Pedro le avisaron de la tragedia, fue hasta ella y oró, pidiendo que Dios la devolviera a la vida. Dios accedió al pedido de Pedro y le dio a Dorcas la oportunidad de extender aún más su ministerio (Hech. 9:36-42). Porque Dios resucitó a Dorcas, ella pudo alcanzar más vidas de lo que hubiera podido sin su ayuda.
Algunas iglesias tienen programas conocidos como “Dorcas” u otro tipo de ayudas para los pobres y necesitados. Si te gustaría colaborar como voluntario en un grupo así, habla con tu pastor o con tu maestro de Escuela Sabática para saber qué oportunidades hay. Recuerda que Dios está de tu lado, y puede extender tus esfuerzos para alcanzar a quienes nunca imaginaste.