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Muy bien. Quiero los libreros (estantes para libros) en la esquina derecha, y mi escritorio junto a la ventana. Pongan el revistero cerca de la puerta, si no les molesta, y ya podremos traer los pupitres.
Había llegado el momento de acomodar mi primera aula. Ryan y Andrew (si es que así se llamaban) habían agarrado el carrito y comenzado a acomodar los muebles nuevos de acuerdo a mis preferencias. Al ver que todo iba tomando forma, comencé a sentirme como una profesora.
Sin embargo, cinco meses después me arrepentí de varias de mis elecciones. Por ejemplo, un revistero parecía una gran idea a inicios de clases, pero a mitad de año, cuando todavía no tenía ninguna revista propia, no necesitaba un revistero para mostrarlas.
Y claro, el único propósito de un revistero es sostener revistas. Los libreros son adecuados para libros cuyo título está en el lomo; y los revisteros pueden mostrar periódicos, panfletos y otras publicaciones que la gente reconoce por la tapa. Con un revistero, todos pueden ver qué opciones hay antes de elegir qué leer.
Dios quiere mostrarnos nuestras opciones, no solo de lectura, sino de cómo pasar nuestra vida en la Tierra y en la eternidad. Allá en el Jardín del Edén, Dios les permitió a Adán y a Eva elegir entre el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del bien y del mal. Ellos vieron sus opciones y tomaron la decisión equivocada; pero nosotros no necesitamos hacer lo mismo. Tenemos las opciones delante de nosotros, y Dios nos da una pista de cuál deberíamos elegir. Él dice: “Les he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida, para que vivas tú y tus descendientes” (Deut. 30:19). Como un revistero, nuestra vida nos presenta muchas opciones; pero Dios quiere que elijamos la vida para vivir con él para siempre.