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Mi abuela tiene varios estantes (libreros) llenos de álbumes de fotos. Su mesa de centro tiene álbumes de fotos. Incluso, tiene cajones en el comedor con más álbumes de fotos. Los miro cada vez que voy a su casa, aunque ya las vi cientos de veces. Miro las fotos de mi mamá de bebé, confundida y regordeta, y me río. Miro fotos mías de cuando estaba en la secundaria, experimentando con distintos peinados, y me avergüenzo. No importa qué álbum, tome, examino con detenimiento las páginas para ver bodas, bebés, a mi familia y a mí misma.
Sin embargo, en algún momento, esas fotos todavía no eran fotos. Eran solo papel fotográfico en blanco, esperando que una imagen se revelara en él. El papel fotográfico tiene un revés duro y una superficie lisa para recibir la tinta; pero no podemos ver cómo quedará hasta que termine el proceso de impresión.
Imagina si juzgáramos una foto simplemente por el papel en el que está impresa. ¡Qué ridículo! Pero solemos hacer esto con las personas. Las juzgamos duramente, sin tomar en cuenta que Dios todavía está obrando para imprimir su imagen en esos corazones, así como todavía trabaja en nosotros. ¿Por qué reaccionamos con sorpresa cuando un profesor comete un error o cuando nuestros padres dicen algo hiriente? ¡Eso hacen los seres humanos! En lugar de juzgar a otros, debemos recordar, mantener el corazón abierto y listo para que Dios pueda grabar su imagen en nosotros.