|
“Chocó con la ventana del Edificio Meier”. “Chocó con la ventana del Centro de Bellas Artes Howard”. “Chocó con la ventana del Edificio Buller”.
Revisé cada una de las aves muertas, y leía cuidadosamente sus descripciones y su causa de muerte. Examinaba sus colas, sus picos y sus alas. Se acercaba el examen final de ornitología, y estaba decidida a sacar una buena nota en la clase. Luego de leer con cuidado las características externas de las aves, me puse un par de guantes de látex y abrí una paloma empapada en formaldehído para estudiar los órganos.
Momentos como este me hacían arrepentirme de tomar una clase de ornitología. ¿Por qué tenía que tomar tantas clases de Ciencia si estaba estudiando Lengua y Literatura? Me habían arrastrado por nieve y huracanes para mirar arbustos donde se suponía que se sentaban las aves. Había chapoteado por el barro y mirado a través de binoculares, solo para ver más barro y más binoculares. Había estudiado cajones y cajones de aves muertas que vieron su propio reflejo antes de morir, y ahora tenía sus tripas entre mis manos. Pero había que hacerlo para aprobar el examen. “¡No toquen nada! –advirtió el asistente del docente, interrumpiendo mi amarga reflexión–. ¡Tienen que tirar a la basura todo lo que toquen!”
Levanté mis guantes de látex sobre el ave. Si el formaldehído o las tripas del ave me tocaban la piel, me podía enfermar gravemente. Afortunadamente, los guantes me protegían de los gérmenes. Puede que todavía tenga recuerdos traumáticos de esa clase de ornitología, pero mi cuerpo no sufrió consecuencias.
Este mundo tiene muchas experiencias desafortunadas y trágicas que debemos soportar, y todavía no podemos escapar de él. Pero, aunque tenemos que lidiar con lo feo de este mundo, no tenemos que permitir que nos enferme y nos amargue. Romanos 12:2 dice: “No os conforméis a este siglo”. Sadrac, Mesac y Abed nego dieron un ejemplo asombroso de este concepto cuando fueron llevados a Babilonia como esclavos. Estaban rodeados por una cultura lujosa e idólatra, pero cuando todos se inclinaron ante una imagen de oro, ellos permanecieron firmes por Dios.
En una sociedad empapada en pecado, Dios puede actuar como nuestros guantes de látex. Puede proteger tu corazón de las salpicaduras espantosas del pecado.