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Correteé por el sendero del zoológico y esperé que mis padres llegaran, empujando el cochecito de mi hermana, a donde yo estaba. Se detuvieron frente al corral de los búfalos y nos acercamos a la cerca tanto como pudimos. Miré un búfalo enorme tomando sol y casi me olvidé de mis alrededores, cuando mi papá me dio un codazo y comenzó a reír. ¡Un hombre había entrado al corral de los búfalos!
Aguantamos la respiración mientras observábamos al hombre bajar por las vías del tren del zoológico hacia el cercado de los búfalos. Miraba el suelo como si su vida dependiera de ello, caminando sin prisa, lentamente, entre los pastos altos cerca de las vías. De pronto, un búfalo malhumorado comenzó a moverse y a ponerse de pie. Sus amigos hicieron lo mismo y todos miraron al hombre solitario. Entonces, se pusieron en movimiento. Corrieron. Galoparon. El pobre hombre apenas escapó a través de la cerca.
Una multitud de transeúntes rodeó al sobreviviente fuera del cercado. ¿Qué hacía ahí? ¿En qué estaba pensando? Aparentemente, el hombre había paseado por el zoológico en el tren esa mañana con su nieta, y a ella se le habían caído los anteojos en el corral de los búfalos. Estaba tan desesperada que el abuelo decidió enfrentar los búfalos y recuperar los anteojos. Al final, valió la pena. Con orgullo ella volvió a ponerse los anteojos, y recuperó la visión.
Necesitamos la presencia de Dios en nuestra vida con tanta desesperación como la niña necesitaba sus anteojos. En el Salmo 42:1, David dijo: “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, así clama por ti, oh Dios, el alma mía”.
David entendía que necesitaba a Dios como un ciervo necesita agua y como el hombre necesitaba esos anteojos. Jesús también contó una historia sobre este concepto. Compartió una parábola sobre un hombre que encontró un gran tesoro en un campo y vendió todo lo que tenía para comprar ese campo.
Cuando nos sentimos desesperados por la presencia de Dios, nada puede interponerse en nuestro camino. Encontraremos tiempo para orar, incluso cuando no escuchemos el despertador, tengamos un examen al día siguiente, o nuestro celular esté lleno de notificaciones. Jesús enfrentó mucho más que búfalos para acercarnos a él. Pídele su presencia y él te ayudará a ver, así como unos anteojos en el corral de los búfalos.