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Stuart atacó la pared rocosa a toda velocidad. Mientras que sus brazos y piernas se sacudían en un aparente caos, su cuerpo se elevaba a una velocidad asombrosa. No tardó mucho en tocar el techo y comenzar su descenso triunfal. Miré con asombro cómo Kenny y Vlad hacían lo mismo. Esta hazaña puede no parecer tan impresionante, pero yo misma sabía que la pared rocosa del colegio tenía algunos tornillos flojos, y que una de las piedras más prominentes estaba caída, lista para soltarse en cualquier momento. Esa piedra suelta me hizo sentir nerviosa durante toda la media hora, mientras mis alumnos se ponían el arnés y comenzaban a trepar. No me quiero imaginar lo nerviosa que hubiera estado si mis alumnos hubieran escalado precipicios de verdad ante mis ojos. En la naturaleza, cada piedra es una apuesta. Un alpinista tiene que probar cada asidero con cuidado y sostenerse con fuerza de las grietas sólidas para no caer al vacío.
Quizá pensemos que probar piedras antes de confiarles nuestra vida es lógico, y parece obvio que debemos aferrarnos a las piedras que nos sostienen en la altura. Pero la misma lógica se aplica a las verdades espirituales. Cuando escuchamos un concepto nuevo en la clase de Biblia, debemos estudiar la Biblia con atención para asegurarnos de que la idea sea verdadera. Cuando escuchamos una verdad desconocida en la Escuela Sabática, debemos leer la Biblia para ver si está de acuerdo con ella. Incluso las doctrinas antiguas que escuchamos desde pequeños requieren un examen cuidadoso y personal para determinar si están de acuerdo con la Palabra de Dios. Así, podemos evitar doctrinas sueltas que nos llevarán a caer; y aferrarnos de todo corazón de las verdades bíblicas fuertes que nos ayudarán a trepar hacia el cielo.