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Mis abuelos todavía tienen el ramo y la flor del ojal (botonier) que usaron el día de su boda, hace sesenta años. Usaron esas flores para demostrar que eran parte de la fiesta de boda… la parte más importante, en realidad. Cuando vamos a eventos formales como bodas, es fácil identificar quiénes son los que tienen participaciones importantes ese día. Incluso en cenas estudiantiles de gala, le damos flores a nuestra pareja para que sepa que pensamos que es especial. Un ramo de flores o una flor en el ojal le dice al mundo: “Alguien piensa hoy que soy importante”.
Incluso si no usamos una flor en el ojal, somos valiosos para Dios. Él nos conoce por nombre, y hasta sabe cuántos cabellos tenemos en la cabeza a cada minuto del día. Para no dejar dudas de cuán especiales somos para él, hizo mucho más que comprarnos flores. Nos dio el mayor sacrificio que pudiéramos imaginar. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). Ese regalo les muestra a todos cuán preciosos somos a los ojos de Dios.
Cuando parece que eres apenas uno más en la multitud y piensas que no le importas a nadie, recuerda que Dios piensa que eres increíblemente importante. De hecho, para él eres tan especial como su propio Hijo. Quizá no te dé una flor para el ojal, pero pronto te dará una corona de vida que podrás usar con orgullo en todo el reino de los cielos.