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Espejito, espejito en mi mano, ¿quién es la más bella de todas?” Los espejos de mano tienen un propósito que ningún otro espejo puede cumplir: los puedes llevar a cualquier lado. Los muchachos pueden acomodarse ese mechón que se vuela todo el tiempo, y las jovencitas pueden asegurarse de que el delineador no se haya corrido sobre sus párpados. Pero mirarse en un espejo puede volverse incómodo muy rápido, cuando alguien hace contacto visual con otra persona a través de un espejo. Los espejos no solo nos muestran nuestro rostro, sino también todo lo que haya detrás.
Cuando nos preocupemos o nos estresemos sobre el futuro, podemos usar el método del espejo de mano para considerar mejor nuestra situación. En lugar de mirar tan solo el problema o nuestra incapacidad, miremos hacia atrás y recordemos la vida que llevamos. Cuando nos enfocamos en todo lo que Dios nos ha dado y la manera en la que nos ha guiado en el pasado, nos es más fácil confiar en que hará lo mismo en el futuro. Como dijo el salmista: “Acuérdense de sus maravillas, de sus prodigios y de los juicios de su boca” (Sal. 105:5). Y el autor de Hebreos agregó: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Heb. 13:8). Si recordamos la bondad de Dios en el pasado y creemos que él nunca cambiará, podemos enfrentar el futuro sin temor.