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Haley se miró la toga de graduación en el espejo.
–¿Mi vestido es más largo que la toga? Sí, me parece que es más largo –suspiró profundamente.
–La señorita Nieb me arruinó la borla –suspiró Sadie con tristeza.
Joe y Zack estaban enfrascados en sus típicas conversaciones profundas:
–¿Por qué los profesores están vestidos de colores distintos? Algunos están de rojo y otros de verde. Hmmm.
Dentro de pocos minutos, los graduandos dejarían el colegio para siempre. Yo estaba de pie en la capilla, escuchando las charlas y disfrutando de cada momento (excepto del momento en el que había arruinado la borla de Sadie).
–¡Muy bien, jóvenes! ¡Es hora de salir!
Bajamos las escaleras y entramos al gimnasio. Los muchachos se veían nerviosos, pero orgullosos. Cada tarea, proyecto, prueba y examen había quedado atrás. Habían superado los dramas, los corazones rotos y las frustraciones de la secundaria. Mientras cada graduando cruzaba la plataforma para recibir su diploma, las sonrisas en sus rostros y en los rostros de padres y profesores mostraban que había valido la pena.
Cada día tenemos que enfrentar los dramas inevitables e interminables de la Tierra, y no tenemos idea de cuándo terminarán. Lo único que sabemos es que sí terminarán. Algún día, estaremos orgullosos de haber resistido las tentaciones, de haber continuado a pesar del desánimo y de haber ayudado a otros cuando queríamos enfocarnos en nosotros mismos. Esta vida frustrante habrá valido la pena cuando Jesús nos dé la corona de la vida. Esa corona simbolizará todo lo que hemos pasado y todo lo que Jesús nos ayudó a lograr. Usaremos nuestras coronas con gozo y gratitud a El Salvador, y pasaremos a un nuevo capítulo de la vida: un capítulo que comienza en el cielo.