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LAS MUELAS DE JUICIO

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Echen de ustedes todas sus transgresiones con que han pecado (Ezequiel 18:31).

Mis dientes se están moviendo día a día. Simplemente, no tengo suficiente lugar en la boca para todos ellos. Generalmente, las personas que están en esta situación se sacan las muelas de juicio, pero yo vengo ahorrando hasta que llegue ese día inevitable. 

 

El dinero, en realidad, es una excusa. No tengo nada de ganas de pasar por las gasas, el sangrado, el gas hilarante y las lágrimas. No quiero que se me hinche el rostro como si fuera una ardilla, y no quiero tomar toda la comida a través de una pajilla. Suena molesto, vergonzoso y doloroso. Preferiría que no me toquen la boca. 

 

Desafortunadamente, mi dentista y mi ortodoncista dicen que esas preciosas muelas se tienen que ir si quiero mantener una sonrisa bonita con el paso del tiempo. De lo contrario, las muelas de juicio empujarán los otros dientes y me deformarán la sonrisa. ¡Las muelas de juicio se tienen que ir! 

 

A menudo es doloroso dejar ir cosas; incluso si no son parte de nosotros físicamente. Los hábitos negativos pueden arruinarnos la vida, pero no siempre es fácil dejarlos ir. De hecho, ¡duele! Cuando los fumadores se deshacen de los cigarrillos, experimentan abstinencia; y cuando los mentirosos compulsivos admiten sus engaños, a menudo pasan vergüenza. Pero al final, hay sanidad. 

 

Si luchas con un “pecado que nos asedia” (Heb. 12:1), no permitas que el miedo te impida pedir ayuda y arreglar las cosas. Puede que cuando me saque las muelas de juicio mi sonrisa resplandezca, pero no será nada en comparación con el hermoso gozo que sentimos cuando Dios nos quita las cargas y nos libera del pecado.

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