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UNA CERCA INVISIBLE

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Y oró Eliseo, y dijo: Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea. Entonces Jehová abrió los ojos del criado, y miró; y he aquí que el monte estaba lleno de gente de a caballo, y de carros de fuego alrededor de Eliseo (2 Reyes 6:17).

“Cerca invisible. Cerca invisible. Cerca invisible”. 

 

Pasé frente a un perro salchicha que ladraba y ladraba. Estaba supernerviosa, murmurando y orando para que los dueños del violento perro hubieran instalado una cerca eléctrica invisible. Los perros desconocidos casi impiden que camine por mi vecindario. Los ladridos repentinos y los gruñidos intimidantes me dan escalofríos, y a veces los monstruos peludos corren derecho hasta el borde la vereda (acera) antes de que la cerca invisible los hace retroceder de nuevo a su patio. Por más que me encantaría tener la habilidad de ver la cerca que separa a esos perros enojados de mi inocente yo, aprecio la protección que me ofrecen las cercas invisibles en mis caminatas matutinas y vespertinas. 

 

A veces no podemos ver qué nos protege, aunque esté allí. El siervo de Eliseo aprendió esta verdad cuando el ejército asirio acampó alrededor de Dotán, decidido a capturar a Eliseo. El siervo vio soldados en todas direcciones. Parecía que no había forma de escapar ni método de defensa. ¡La situación se veía totalmente desesperada! Pero Eliseo oró por su siervo, diciendo: “Te ruego, oh Jehová, que abras sus ojos para que vea” (2 Rey. 6:17). De pronto, el joven pudo ver lo que había estado entre ellos todo el tiempo: ¡un ejército celestial! Caballos y carros de fuego rodeaban la ciudad, con ángeles listos para defender a Eliseo y mantenerlo a salvo. El ejército angélico puede no haber sido visible para las personas en la ciudad, o fuera de ella, pero estaba allí, listo para proteger y defender. 

 

Cada día tenemos protección celestial que nos evita peligros en casa y fuera de casa. Hay ángeles preparados para ayudarte y mantenerte a salvo del mal que te rodea. Aunque no siempre podemos ver los tanques de fuego del ejército celestial estacionados fuera del colegio, podemos tener la seguridad de que Dios envía protección para sus hijos. Vemos todo el dolor y la decepción en el mundo, y quizá sentimos que Dios nos ha abandonado, pero un día conoceremos a nuestro ángel guardián y nos contará todo el dolor que no experimentamos, gracias a él. Cuánto anhelo hablar con mi ángel guardián y agradecerle por obedecer la orden de Dios de protegerme cada día de mi vida.

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