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Cuando la ciudad de Nueva York y los estados que la rodean fueron golpeadas por el huracán Sandy hace varios años, la Unión del Atlántico de los Adventistas del Séptimo Día organizó inmediatamente un viaje misionero de jóvenes a la ciudad de Nueva York para llevar alivio para las víctimas. Doce alumnos de la Academia Pine Tree se ofrecieron como voluntarios para ir y, en dos días, completaron las autorizaciones, los pagos y los formularios para poder subirnos a un autobús y encaminarnos a nuestro destino.
Una madre me llamó antes de que saliéramos. Se sentía nerviosa de que su hija fuera a la ciudad, y no se sentía cómoda dándole la autorización para que fuera. Por supuesto, yo esperaba que su hija pudiera asistir al viaje misionero, pero no forcé el tema. En cambio, escuché sus preocupaciones y le mencioné cuáles eran nuestros procedimientos de seguridad. Le di tanta información como pude, pero, al final, tuve que dejar la decisión en manos de ella. No podía y no llevaría a un alumno a otro estado sin la aprobación de los padres. Afortunadamente, la madre de mi alumna se sintió mejor luego de nuestra charla y le dio su permiso para el viaje. Firmó la autorización de su hija, y nos fuimos con mucho entusiasmo.
Puede que ya tengamos el hábito de pedirle a los padres que firmen autorizaciones para distintas actividades escolares, pero ¿cuán a menudo nos acordamos de pedirle a Dios su bendición antes de tomar decisiones? Balaam cometió el error de actuar sin el permiso de Dios; y si no hubiera sido por su asna parlante, hubiera muerto a causa de su error. Lee la historia en el capítulo 22 de Números. ¡Balaam se metió en un gran lío! En lugar de actuar en contra de la voluntad de Dios, como hizo Balaam, deberíamos pedir la autorización de Dios y avanzar cuando tengamos la seguridad de que él aprueba nuestro rumbo. Él tiene el mejor plan para nuestra seguridad y nuestra felicidad.