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Hace más de treinta años, mi papá llevó a mi mamá al faro y muelle de St. Joseph, en el Lago Michigan, y le propuso matrimonio. Ahora, en la familia tenemos velas con forma de faro, almohadones con bordado de faros, y calendarios de faros que adornan la casa. Para muchos, los faros parecen un tipo de atracción romántica, pero, en realidad, tienen un propósito totalmente distinto. Existen básicamente para advertir a los barcos y orientar a los marineros para que no se acerquen demasiado y choquen contra las rocas puntiagudas.
Así como los faros advierten a los barcos antes de que choquen y se hundan, Dios le da advertencias a su pueblo. Encontramos uno de los primeros ejemplos de esto en el libro de Génesis, cuando Dios le advirtió a Noé del diluvio que destruiría la Tierra. Como Dios le advirtió a Noé con anticipación, y hasta le dio instrucciones para evitar la muerte, Noé pudo construir un arca lo suficientemente grande para salvarse él, su familia y cientos de animales.
Dios también nos provee advertencias a nosotros hoy. Por ejemplo, nos dijo: “Antes teman al que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno” (Mat. 10:28). Esto no es una amenaza, sino una advertencia para mantenernos alejados de la tentación y quedarnos cerca de Dios. Tomemos en serio esta advertencia hoy. Dios quiere alejarnos del mal y mantenernos a flote por toda la eternidad.