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Aprendí lo que es una etiqueta de identificación en una reunión campestre cuando tenía 4 años. Estaba ansiosa por que comenzaran las clases de la reunión campestre, y esperé con los demás niños que pasara el servicio de cantos y la historia bíblica. Desafortunadamente, la historia bíblica trajo un poco de drama infantil no deseado. La lección hablaba de la parábola de los dos deudores (Mat. 18:21-35).
Los líderes de la reunión campestre, pensando que una pequeña representación haría que la lección fuera más memorable, me pidieron que actuara como el siervo que no perdona y que arrojara a mi amiga a la cárcel (debajo de la mesa). Yo acepté ayudar y tomé a mi amiga. Lamentablemente, ella se golpeó la cabeza con el techo de la “cárcel” cuando la empujé; los líderes exclamaron mi nombre y mis compañeros me fulminaron con la mirada. Tenía ganas de esconderme durante el resto de la semana, pero mi etiqueta de identificación proclamaba que yo era Olivia, la niña que había empujado a una inocente niña de 4 años debajo de una mesa y había causado que se golpeara la cabeza.
Las personas asocian muchas cosas a los nombres. Por ejemplo, cuando escuchan el nombre Olivia, pueden pensar en una personalidad tímida y aniñada. Cuando escuchan señorita Nieb, probablemente piensen en mis primeros años de enseñanza, cuando tenía ideas fuera de lo común para las clases. Cuando escuchan señora Gold, pueden pensar en mí como la esposa de Dustin; algún día escucharán ese nombre y pensarán en mí como una madre. Cada nombre le recuerda a la gente mis logros y distintos aspectos de mi personalidad.
Cuando vayamos al cielo, Dios nos dará un nombre nuevo; uno que no está manchado por nuestros errores o malas decisiones. Nos dará un nombre que eligió especialmente para nosotros, que le recuerda nuestro valor y su amor por nosotros. No importa qué piense la gente cuando escucha Rebeca, Miguel o José, ten la seguridad de que tendrás un nombre nuevo, entre tú y Dios. Cuando él escucha ese nombre, piensa amor.