UN ENVOLTORIO DE CHICLE

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia (Mateo 23:25).

El repaso de vocabulario se ha convertido en mi parte preferida del día escolar. En ese momento, jugamos al dígalo con mímica y a Taboo con mis alumnos; dibujamos y hablamos sobre nuestra vida pasada y futura. Mi clase de Literatura norteamericana nunca deja de aportar. Una mañana presenté la palabra “insincero” y mostré una imagen de “Las dos Carolinas”, una conocida historia adventista. Escuché un montón de inspiraciones, de sorpresa y gritos de reconocimiento de los alumnos. Todos recordábamos la historia con cariño. 

 

Carolina tenía un problema: se enojaba, se quejaba y murmuraba malhumorada en su casa, pero apenas salía de la casa, se convertía en un rayito de sol caminante. Podía conversar amablemente con los niños en la escuela, pero apenas cruzaba la puerta de entrada de su casa, perdía ese buen humor. Carolina nos da un excelente ejemplo de una persona insincera porque no era consistente en su personalidad, su carácter o sus acciones. Tenía dos caras. 

 

Muchos envoltorios de chicle se parecen a Carolina en ese sentido. Estos envoltorios tienen un lado brillante, plateado y radiante; pero cuando los damos vuelta, se ve el lado blanco y aburrido. De un lado reflejan la luz; pero del otro están apagados. 

 

Jesús dedicó algunas palabras duras a aquellos cuyos acciones no coincidían con su carácter. Reprendió a los fariseos, que actuaban como santos en público, pero no honraban a Dios en la vida privada. Algunos hacen lo mismo hoy. La dulce voluntaria en el refugio para indigentes llega a su casa y le grita al papá. El muchacho que saluda a todos con una sonrisa escribe notas despectivas sobre ellos en clase. Pero Dios no quiere seguidores con dos caras; él quiere que las personas reflejen su luz en todo momento, en toda circunstancia, así como el lado brillante de un envoltorio de chicle.