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Hace mucho, mucho tiempo, los profesores no tenían programas de calificaciones computarizados. Tenían cuadernos de calificaciones hechos de papel, y escribían las calificaciones en lápiz. Esos profesores enviaban los boletines de calificaciones periódicamente a los alumnos y a sus padres, lo que les permitía a los alumnos saber “cómo estaban sus notas”. Los sistemas modernos de calificaciones les permiten a las familias revisar las calificaciones mucho más a menudo, y los alumnos pueden revisar sus notas a las 2 de la madrugada, a las 9 de la noche o en cualquier ratito que tengan libre. Pero ni siquiera esto evita que los alumnos le pregunten a los profesores cómo les fue en un proyecto o en un examen. Quieren escuchar de boca del profesor que aprobaron, que hicieron un buen trabajo, que la profesora quedó asombrada...
Es lindo saber dónde estamos. No solo en el colegio, sino también en la vida y en la eternidad. He perdido la cuenta de las historias que he escuchado sobre cristianos que están en su lecho de muerte, y todavía se sienten inseguros en cuanto a su salvación. ¡No necesitan preocuparse! Quizá no tengamos nuestro boletín a mano, pero podemos leer el informe de la vida de Jesús, y que él aprobó con un sobresaliente. Dios aceptó salvarnos mediante los méritos de Jesús, así que mientras hayamos aceptado su don, podemos ir al cielo y vivir para siempre con él.
Pablo dice en Efesios 2:8 que somos salvos. No deberían quedar preguntas en nuestra mente. La única variable es si aceptamos ese regalo o no.