Regresar

EL COLOCADOR AUTOMÁTICO DE BOLOS

Play/Pause Stop
Fíate de Jehová de todo tu corazón, y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, y él enderezará tus veredas (Proverbios 3:5, 6).

“Olivia, te toca colocar los bolos entre un participante y otro”. 

 

Miré las botellas de agua llenas de arena y piedras. Aparentemente, el juego de boliche (bowling) se había convertido en una tradición y, por ser la profesora nueva, tenía la hermosa tarea de sentarme junto a las botellas y levantarlas luego de que los alumnos las tiraran. También me tocaba correr por el lugar y gatear debajo de las mesas, persiguiendo los “bolos” extraviados. Al principio disfruté de la tarea y alenté a mis alumnos mientras ellos hacían rodar las “bolas” por el suelo. Pero luego, los alumnos de otros colegios comenzaron a tomar sus turnos. Esos alumnos arrojaban la bola por el carril con mucha fuerza, y si no lograban tirar todas las botellas en el primer intento, corrían mientras yo reacomodaba las botellas y arrojaban la pelota directamente a las botellas, rompiéndolas y lanzando tierra por todas partes. Pasé la tarde esquivando y recibiendo golpes de los jóvenes agresivos de otros colegios. Mis alumnos intentaron consolarme, pero un colocador automático de bolos me hubiera hecho sentir mejor. 

 

El trabajo del colocador automático de bolos es reubicar los bolos para que los participantes (o jóvenes e inocentes profesoras) no tengan que hacerlo. El colocador limpia el desorden y ubica bien los bolos. Cuando voy a jugar boliche, ni se me ocurre correr por el carril para ubicar los bolos yo misma. Es una tarea peligrosa, y me podría lastimar. En cambio, confío en que el colocador automático hará su trabajo y me permitirá jugar con seguridad. 

 

A veces intentamos nosotros mismos arreglar la vida de otros. Vemos que tienen luchas y dolor, ¡y queremos ayudar! Pero si vamos de frente con nuestros consejos, nuestros planes y nuestros intentos por arreglar todo, podemos lastimarnos cuando sus problemas no desaparecen como esperábamos. Cuando ocurre eso, tenemos que confiar en que Dios sane a las personas y nos muestre cómo ayudarlos a su manera. En lugar de intentar resolver los problemas de otros, podemos darles una mano ayudadora y pedirle a Dios que solucione la situación. No tenemos que acarrear toda esa responsabilidad. ¡Ese es trabajo de Dios!

Matutina para Android