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De vez en cuando, mientras conduzco por una ruta larga, paso una granja llena de molinos gigantes que parecen saltamontes metálicos con sombreros con molinetes. A veces, paso más de cien juntos, y ni llego a imaginarme la cantidad de energía que esos molinos generan mediante el viento, para luego pasarla a las ciudades cercanas.
Los conservacionistas están de acuerdo con los molinos de viento porque crean energía renovable. No importa cuánto viento, pase por un molino, mañana vendrá más. Los molinos pueden transferir la energía del viento y enviarla a hogares donde las familias la usan para tener electricidad. Lo único natural que es dañado es la porción de terreno donde está ubicado el molino.
Los cristianos deberíamos actuar más como estos molinos. Recibimos amor de Dios cada día, sin cesar, y deberíamos tomar ese amor y llevárselo a otros. Nunca nos faltará, porque el amor de Dios siempre será un recurso renovable. La Biblia dice: “Nosotros amamos porque él nos amó primero” (1 Juan 4:19, NVI). Cuando Dios entra en nuestro corazón, ¿cómo podemos negarnos a compartir el poder de su amor con el mundo?