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LA VIROLA DE LÁPIZ

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Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro (Romanos 8:38, 39).

La pluma vale más que la espada. Sin embargo, los lápices fácilmente se hacen pedazos. La mina se sale de la punta y mancha el papel, o la madera se parte y se astilla inesperadamente. Solo una parte del lápiz es verdaderamente confiable: la virola. La virola es la pequeña banda metálica que mantiene unidos el lápiz y la goma de borrar. No importa qué escriba el lápiz o adónde vaya, la virola mantiene el borrador en su lugar. 

 

Cada parte del lápiz puede simbolizar la gracia de Dios en acción:  

La mina es lo que escribe, dibuja y a menudo crea sus propios desastres. La mina simboliza nuestro propio esfuerzo, nuestras acciones y nuestros errores. 

 

El lápiz de madera contiene mucha más mina de la que vemos en la punta. Contiene semanas enteras de escritura y dibujo en potencia. Como humanos, no estamos ni cerca de ver los potenciales líos que albergamos. Parecemos condenados al desastre durante años y años. 

 

La goma de borrar limpia los fracasos del lápiz y borra sus errores. El perdón de Dios hace lo mismo. La Biblia dice: “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones” (Sal. 103:12). Nuestros pecados desaparecen al instante en que Dios nos perdona. Nuestros intentos y fracasos se transforman en “más blancos que la nieve” (Sal. 51:7). 

 

La virola, como ya mencionamos, sostiene el borrador contra el lápiz de madera. Mantiene juntos el productor de mina y el corrector de errores. La virola representa el amor de Dios. Quizá no siempre elijamos pedir perdón, pero siempre está disponible gracias al misericordioso amor de Dios. No podríamos huir de su amor ni si quisiéramos. Pablo dice en Romanos 8:38 y 39 que “ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro”. Su gracia siempre estará disponible mediante su amor infalible.

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