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La puntuación viene en modas. En la universidad, mis amigos parecían obsesionados con los dos puntos: los usaban constantemente. En la secundaria descubrí el punto y coma; y se convirtió en mi signo de puntuación preferido durante un tiempo. Mis estudiantes usan demasiado las comas, y a veces las ubican en lugares poco necesarios. Sin embargo, hay un signo de puntuación que seguirá siendo del que más se abusa durante todos los años venideros: ¡el signo de admiración!
Un par de signos de admiración pueden agregar fuerza a una declaración. Con cuatro se agrega entusiasmo y drama. Seis ya son demasiados. Nunca uses tres signos de admiración juntos. Usar demasiados hace que un autor parezca desesperado por llamar la atención. Intentan sumar interés donde las palabras deberían estar haciendo el trabajo. Por más de que me encanta un signo de admiración bien puesto, tengo que trazar el límite cuando infestan una redacción. La moderación es la clave.
Pablo nos anima a hacer todo con moderación. Nos compara con corredores en una carrera, en busca de un premio. “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible” (1 Cor. 9:25). Los corredores no pueden comer trece donas antes de participar en una maratón. No pueden quedarse despiertos hasta tarde jugando videojuegos dos noches seguidas. Deben practicar la temperancia.
Nosotros también debemos practicar la temperancia. Debemos comer, vestirnos y comportarnos de una manera que no se robe el espectáculo ni le quite la atención al Dios que nos creó. Usa la corbata divertida o el par de zapatos con plataforma, pero recuerda que Dios brilla a través de las personas y sus obras, no a través de sus accesorios y signos de admiración.