UN COMPÁS GEOMÉTRICO

John Donne, un poeta del siglo XVI, escribió que él y su esposa eran como “un compás de gemelos”. Sin importar adónde fuera él o qué hiciera, su esposa era su foco, porque todo lo que él hacía giraba en torno a ella, como un círculo gira en torno a su centro. 

La mayoría de nosotros ha visto a alguien con una obsesión así. Los jóvenes muchas veces adoptan un nuevo interés y acomodan el resto de la vida para reflejarlo. Mi alumno J.P. ama el básquetbol. A la hora del almuerzo practica tiros en el gimnasio. Después de clases es árbitro para los niños de la primaria. Por las tardes juega en el equipo de básquetbol de la secundaria. En mi clase de Lengua inglesa, J.P. escribe poemas sobre el básquetbol. Escribe historias sobre el básquetbol. Escribe en su cuaderno sobre el básquetbol. Hasta le escribe cartas a su pelota de básquetbol. Todo lo que hace J.P. está relacionado de algún modo con el básquetbol. Ese deporte se ha convertido en su pasión, y lo muestra en todas sus acciones. 

¡Si tan solo los cristianos tuviéramos el mismo entusiasmo por Dios! Pablo nos aconseja poner a Dios en el centro de cada acción: “Así, si comen, o beben, o hacen otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Cor. 10:31). Cuando limitamos a Dios a la iglesia los sábados por la mañana, le robamos la gloria que merece. Cada acción y cada pensamiento a lo largo de toda la semana debería girar en torno a él. Las personas espiritualmente apasionadas a menudo escriben canciones de adoración, tienen cuadernos de oración o sacrifican parte de su tiempo para realizar servicios comunitarios. Incluyen a Dios en su vida diaria. 

Un compás puede parecer una simple herramienta de geometría, pero solo con un lápiz nunca podríamos dibujar un círculo perfecto. El centro sostiene al círculo. 

Así también, debemos mantener a Dios como nuestro centro para ser perfectos y completos.