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Allison miró por la ventanilla y bostezó con impaciencia. Su mamá se había distraído otra vez en la tienda. El estacionamiento proveía una vista asombrosa de calcomanías de coches y carros de compras, pero la escena ya se había vuelto aburrida. Allison, dándose por vencida de que su mamá regresara pronto, destrabó la puerta y la abrió. De repente, ¡Bip! ¡Bip! ¡Bip! ¡Bip! Allison dio un salto, asustada por el ruido repentino. Volvió a cerrar la puerta, pero la alarma del coche seguía sonando en la quietud. Frenéticamente, Allison abrió la puerta, bajó del auto y presionó botones y palancas hasta que se quedó sin opciones. Las ancianitas que pasaban la miraban con lástima mientras empujaban sus carros hasta sus vehículos. Niñitos la señalaban y se reían con sus padres. Entre el ruidoso caos, Allison tuvo que ir corriendo a la tienda, encontrar a su mamá, tomar las llaves y volver corriendo al estacionamiento para silenciar la alarma. Cuando Allison me contó la historia varios meses después, su rostro todavía se enrojecía de vergüenza y risa por la situación tan vergonzosa y extraña.
Los productores de coches instalan alarmas y botones de pánico para que los conductores estén seguros; al menos, esa es la idea. Supuestamente, si un villano se acerca al coche, el conductor puede llamar la atención a la acción siniestra con un bocinazo. Pero lo que más suele suceder es que las personas presionan el botón equivocado o abren una puerta en el momento equivocado. En lugar de ofrecer protección, estos recursos traen estrés, frustración y vergüenza en estacionamientos de todo el mundo.
Una alarma de la vida real funciona del mismo modo. Pensamos que si nos preocupamos por el futuro estaremos más preparados para las sorpresas de la vida, pero el temor solo trae estrés y frustración innecesarios. Para los estadounidenses, el mayor temor es la oratoria; y tengo que admitir que comparto ese miedo. Nunca me hubiera imaginado estar de pie ante cincuenta alumnos cada día, y mucho menos hablar con ellos durante horas y horas. Pero así como Allison con el incidente de la alarma, ahora me río de la alarma que sentí aquel primer día de enseñanza.
Dios no quiere que entremos en pánico. La Biblia dice “no temas” 365 veces. Nuestro temor no viene de Dios; no necesitamos alarmarnos. Dios nos dará perfecta paz si nos mantenemos enfocados en él (Isa. 26:3).