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Cuando tenía 11 años, tenía una chaqueta rompevientos color verde neón que usaba para ir a todas partes. Además de la clara declaración de moda que hacía, tenía cualidades entretenidas. Por ejemplo, cada vez que iba en coche, podía sacar el codo unos centímetros por la ventanilla y escuchar el sonido del viento y la tela chocando con fuerza. El sonido parecía una batería, y definitivamente era la mejor característica del rompevientos.
El sonido percusionista de mi chaqueta rompevientos me recuerda a David, a María y a otros personajes bíblicos que cantaron a Dios. El Salmo 150:4 dice: “¡Alábenlo con pandero y danza! ¡Alábenlo con cuerdas y flauta!”. A Dios le encanta escuchar nuestras alabanzas cuando le cantamos.
Por más de que me encantaba sacar el rompevientos por la ventanilla de niña, descubrí que disfrutaba todavía más de la música clásica. La flauta, el violín y otros instrumentos llenaron mis días cuando descubrí cuán importantes eran para mí. Hasta el día de hoy toco estos instrumentos en la iglesia porque a Dios le gusta escucharme tocar. Cuánto anhelo llegar al cielo y unirme a los ángeles en alabanza. Dudo que ellos necesiten un rompevientos en la orquesta celestial, pero me imagino que tendrán otros instrumentos asombrosos que me enseñarán a tocar mientras nos unimos en adoración al Rey.