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EL CONVERTIDOR CATALÍTICO

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Dios es el que nos mantiene firmes en Cristo, tanto a nosotros como a ustedes. Él nos ungió, nos selló como propiedad suya y puso su Espíritu en nuestro corazón como garantía de sus promesas (2 Corintios 1:21, 22, NVI).

Si giras la llave de arranque de tu carro y escuchas como que un tren de carga viene desde el silenciador, puede que te hayan robado. Los convertidores catalíticos, o catalizadores, que reducen la contaminación de los motores, son un objeto predilecto para los ladrones, quienes los venden por los metales preciosos que contienen. Los convertidores catalíticos no suelen tener números de identificación, así que los ladrones pueden pasar por calles o estacionamientos, quitar los catalizadores a todos los carros en pocos minutos, y venderlos sin ningún problema. Para disminuir estos robos, los departamentos de policía animan a los conductores a grabar los números de identificación del vehículo en los convertidores. Así, el convertidor no le sirve al ladrón, y hay más probabilidades de que permanezca en su lugar debajo del coche. 

 

Satanás quiere robarnos para usarnos para sus propios propósitos. No tiene ninguna inhibición que lo detenga de llevarse lo que quiere, o a quien quiera. Pero así como podemos evitar que los ladrones se lleven nuestros convertidores catalíticos, también podemos evitar que Satanás se robe nuestro corazón. Para hacerlo, debemos aceptar a Dios en nuestra vida, y él pondrá en nosotros su sello de propiedad (2 Cor. 1:22). Cuando tengamos esa identificación en el corazón, el enemigo no puede reclamarnos ni alejarnos de Dios. Jesús les dijo a sus seguidores: “Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano. 

 

Mi Padre, que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre” (Juan 10:28, 29). Nadie puede robarnos cuando tenemos el sello de propiedad de Dios. Podemos descansar seguros y protegidos en sus manos.

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