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Leí con entusiasmo la lista navideña de mi mamá, esperando encontrar una opción razonable para mi presupuesto limitado. La “banqueta artística” me llamó la atención, y mi papá me llevó a la tienda a comprar una banqueta y algunas latas de pintura. Desafortunadamente, me emocioné demasiado con la pintura, y pinté un dibujo grande y floreado sobre la superficie de la madera. Al recibir el regalo, mi mamá levantó las cejas y me agradeció por el “lindo regalo”. Pero como la banqueta tenía una capa de pintura, no quería usarla por miedo a “arruinar el dibujo con sus pies sucios”.
Claramente, el propósito de una banqueta es que se la use. Aunque diez años después, mi mamá sigue sin usar la banqueta, la mayoría de las personas aprovecharía la utilidad del objeto para alcanzar cosas que están muy altas. La Biblia tiene una metáfora fascinante sobre las banquetas: “Siéntate a mi diestra, hasta que ponga tus enemigos por estrado de tus pies” (Mar. 12:36). No solemos pensar en que los enemigos nos ayuden como una banqueta le ayuda a cualquiera, excepto a mi mamá. Pero Pablo explicó cómo ganarnos a nuestros enemigos en el libro de Romanos. Él escribió: “Si tu enemigo tuviera hambre, dale de comer; si tuviera sed, dale de beber. Actuando así, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza” (Rom. 12:20). Al ayudar a esas personas que no nos caen bien, al suplir sus necesidades, podemos hacerlos amigos que harán lo mismo por nosotros cuando lo necesitemos. Nuestros exenemigos pueden ayudarnos a llegar más alto que nunca; así como una banqueta sin una capa de pintura.