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Mi abuela tiene una extraña fascinación con los alces. Su portacepillos de diente tiene astas (cornamentas) de alce, así como su teléfono, la cortina de baño, la lámpara de mesa, sus colchas, toallas y portapapel higiénico. Cuando conté, descubrí más de 130 imágenes de alces en su casa. Pero mi abuela no es la única que está enamorada de este ícono del norte.
Existen tiendas enteras dedicadas a los alces, que hasta tienen el nombre del animal. He visto varios hogares decorados con alces. Por supuesto, la característica más prominente de los alces machos son sus grandes astas. Estas crecen hasta tener un metro y medio de extensión. Muchos piensan que las astas de alce son hermosas e imponentes, pero no solo los humanos admiran ese ornamento… las alces hembras tampoco pueden resistirse a mirarlas.
Los alces machos usan las astas para atraer a las hembras en la temporada de apareamiento. Pero las astas no aparecen de la nada. Los alces deben comer los mejores nutrientes disponibles para tener las mejores astas posibles. Los alces hembras, o las vacas, saben esto por instinto, y prefieren a los machos con las astas más grandes, porque ellos son los más inteligentes y tienen un estilo de vida más saludable. Así, los mejores alces se atraen.
El alce responsable y saludable se queda con la mejor chica, y lo mismo ocurre con los seres humanos en nuestra sociedad. A algunas señoritas les atrae el joven vago y rebelde durante un tiempo; pero al final, las jóvenes cristianas inteligentes quieren chicos cristianos responsables. Pablo dijo: “No se unan en yugo desigual con los incrédulos” (2 Cor. 6:14). Las relaciones son complicadas de por sí, sin que sumemos distintas cosmovisiones a la mezcla. Quienes aman a Dios más que a todo amarán a otros que piensan igual. Y así como los alces, tanto muchachas como muchachos pueden prepararse para ser su mejor versión, que atraiga a lo mejor también.