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Sin la barra del espaciador, laspalabrasylasoracionesestánpegadasyparecennotenersentido. Sin los espacios, a las palabras les falta definición, y los mensajes son confusos. Las letras pueden formar declaraciones racionales solo cuando tienen los espacios correctos. Así, aunque la barra del espacio no deja marca alguna, agrega la separación y la claridad necesarias.
Jesús conocía la importancia del espacio. A menudo buscaba soledad de las multitudes. Lucas dice que “fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Luc. 6:12). Cuando Jesús enfrentó su prueba más grande, la cruz, buscó a su Padre en el Jardín del Getsemaní. Hasta se alejó de los discípulos, diciendo: “Siéntense aquí, mientras voy allí a orar” (Mat. 26:36). Jesús necesitaba espacio para hablar con Dios sin que lo interrumpieran. No podía continuar con su ministerio sin la claridad que le daba ese tiempo a solas.
Nosotros también necesitamos espacio. La vida es ajetreada. Los deportes, la música, los amigos y las tareas amenazan con abrumarnos con una carga de estrés y fechas, límites. Solo podemos encontrar sentido entre todo el caos cuando separamos tiempo a consciencia para estar con Dios. Cuando creamos ese espacio, ganamos la claridad que produce la comunión con Dios.