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–¡Señorita Nieb! ¡Espere aquí!
Sadie salió corriendo de mi aula por el pasillo, y pronto volvió con Haley y con una bolsa de papel.
–Bueno… –comenzó Haley–. ¡Le tenemos un regalo de felicitaciones!
–¡Abra la bolsa! –agregó Sadie.
Adentro de la bolsa había una bufanda cuidadosamente doblada.
–¿Le gusta?
–Le gusta, ¿verdad?
–¿La usará?
A mí me encantó y no dudé en quitarme la bufanda que tenía puesta para usar mi regalo durante el resto del día. Esta bufanda, a diferencia de la que tenía puesta, tenía flecos de colores en los extremos. Los flecos se mecían mientras yo caminaba, y algunos de los hilos se movían de forma aleatoria con cada paso. Supe que usaría esta bufanda durante muchos años.
En general, una bufanda consiste de hilos o lanas cosidos o tejidos para formar una bufanda completa. En los extremos de la bufanda, los hilos cuelgan sueltos, cada uno por su lado. Estos hilos rebotan o se mecen a su propio ritmo.
Como los flecos en una bufanda, nosotros y nuestros amigos debemos trabajar juntos; pero si tratamos de parecernos a los demás todo el tiempo, perdemos una gran parte de lo que Dios quiere que seamos. En lugar de amoldarnos a quienes nos rodean y de esforzarnos tanto por impresionar a los demás, tenemos que ser nosotros mismos. Si le pedimos a Jesús que nos guíe, puede ayudarnos a encontrar nuestra identidad única en él. ¿Por qué no le pedimos que nos ayude a liberarnos del patrón del mundo hoy?