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¿Por qué los fabricantes producen suéteres que pican? Porque la gente los compra. Lo mismo se aplica a los zapatos dolorosos, a los pantalones apretados y a las joyas que pinchan. La gente los usa porque piensan que se ven bien, ya sea que se sientan bien en el cuerpo o no. Pero antes de que los varones comiencen a sacudir la cabeza ante las elecciones de moda de las mujeres, mencionemos los carritos deportivos carísimos de mantener, la tecnología de las primeras marcas… y los amigos incompatibles, pero populares, qué personas de ambos géneros pueden buscar solo por las apariencias.
Los seres humanos tendemos a gravitar hacia las cosas que nos parecen atractivas. De ahí el término atracción. Pero Dios trabaja de otro modo. El profeta Samuel explicó este concepto cuando fue a la casa de Isaí para buscar un reemplazo para el rey Saúl. Isaí tenía algunos hijos apuestos, y estaba seguro de que Dios elegiría al mejor parecido para que fuera el siguiente rey de Israel. Pero no fue así. Samuel dijo que aunque los humanos nos enfocamos en las apariencias, a Dios le preocupa más el corazón (1 Sam. 16:7). Él valora las intenciones y el carácter de una persona más que sus dientes, sus aparatos electrónicos o su suéter que pica. Por eso Samuel ungió a David en lugar de a algunos de sus hermanos mayores. Dios había elegido a David para que gobernara a su pueblo porque era un hombre conforme al corazón de Dios (Hech. 13:22).
Lo gracioso de los suéteres que pican es que, cuando la picazón se vuelve insoportable, las personas se retuercen y se rascan. Entonces, terminan viéndose más ridículos que si usaran una camiseta barata y cómoda. Encontrar una prenda que se siente bien por dentro hace que la persona se vea más confiada por fuera y eso sí mejora su apariencia al final. Así también, si sentimos la necesidad de un cambio en nuestra vida, tenemos que empezar desde adentro hacia afuera. Si dejamos que Dios nos cambie el corazón, el resultado se verá en nuestras acciones y en nuestra apariencia general. No deberíamos ir a la iglesia, dirigir el servicio de can-tos ni comprar comida para los necesitados porque queremos impresionar a Dios.
Él se preocupa más por el corazón, y si le permites trabajar primero en este, hará que las manifestaciones externas sean una alegría. Nunca te verás más atractivo que cuando su luz brilla en tu rostro.