EL FLASH DE LA CÁMARA FOTOGRÁFICA

Los padres de Dustin, Bob y Cheryl, disfrutan de documentar cada momento de la vida de sus hijos. Si Dustin y Robyn tenían dos conciertos de orquesta el mismo fin de semana, sus padres grababan y fotografiaban ambos conciertos, por más que las orquestas tocaran las mismas canciones y usaran la misma ropa en las dos ocasiones. Cuando llegó el momento del recital de voz de Dustin en su último año universitario, sus padres, naturalmente, llegaron con los equipos listos. Su papá colocó el trípode para la cámara de video en el fondo del auditorio, y su mamá revisó las cámaras para asegurarse de que hubiera suficiente memoria en las tarjetas. Todo parecía en orden, así que buscamos nuestros asientos y leímos los folletos con la programación mientras esperábamos que el artista subiera al escenario. 

Finalmente, se bajaron las luces y comenzaron los aplausos. Dustin caminó hasta el centro del escenario y comenzó a cantar en el momento exacto en el que un rayo pareció cruzar por el auditorio. La mamá de Dustin se había olvidado de apagar el flash, a pesar del recordatorio en el programa: ¡No sacar fotos con flash! Dustin, sin inmutarse por la repentina iluminación, continuó cantando habilidosamente sus melodías extranjeras, pero su mamá no pudo sacar ni una foto más por sentirse tan avergonzada de haber quebrantado las reglas. 

Cuando se dispara un flash en un lugar oscuro, todos lo ven. La luz no se puede esconder en la oscuridad. Y así como el flash de la mamá de Dustin se llevó todas las miradas en ese auditorio poco iluminado, los cristianos también resaltan por su luz. Vivimos en un mundo tan oscuro y pecaminoso que no podemos esconder nuestra luz, ni deberíamos intentar hacerlo. Jesús, nuestro ejemplo perfecto y la luz máxima del mundo, dejó que su luz brillara en la oscuridad. No le importó si los demás lo entendían o no. Sí, podemos sentirnos incómodos al resaltar en una multitud o atraer la atención de otros; pero Dios quiere que llevemos luz al mundo hasta que brille por él.