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UN INHALADOR

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Esta es, pues, la parábola: La semilla es la palabra de Dios… Mas la que cayó en buena tierra, estos son los que con corazón bueno y recto retienen la palabra oída, y dan fruto con perseverancia (Lucas 8:11, 15).

Extrañaré muchos aspectos de mi educación, pero no quiero volver nunca más en la vida a asistir a una clase de educación física en grupo. Además de mi falta de coordinación y mi poca percepción de las distancias, tengo un poco de asma que me hace respirar con sibilancias y estertores si realizo demasiado esfuerzo. Me gusta ejercitarme en la comodidad de mi hogar, y no necesito humillarme públicamente con deportes que no sé jugar. Prefiero mirar cómo juegan las personas que sí son buenas. 

 

Como de vez en cuando tengo algún episodio de asma, mi médico me prescribió un inhalador. Cuando se me dificulta respirar, sacudo el inhalador, me lo pongo en la boca, presiono el botón e inhalo con fuerza. Entonces, debo aguantar la respiración durante treinta segundos. Si no detengo la respiración, simplemente exhalaré la medicación por la boca, y no servirá para nada. Un inhalador funciona solo cuando el usuario inhala y aguanta la respiración. 

 

Si Jesús les hubiera contado la parábola del sembrador a una multitud de asmáticos, me gusta pensar que podría haberles contado en realidad la parábola del inhalador. En la parábola del sembrador, que se encuentra en Lucas 8 y en Mateo 13, la tierra buena representa a las personas que aceptan la Palabra de Dios y la mantienen en el corazón para que crezca en su vida; igual que los asmáticos que inspiran profundamente a través de los inhaladores y mantienen la medicación adentro para obtener el beneficio real. Quizá nos es fácil escuchar una buena lección bíblica y olvidarla unas horas después; pero solo obtenemos el beneficio completo del evangelio cuando lo leemos y pensamos en ello, permitiendo que se arraigue en nuestro corazón y se convierta en la base de nuestras acciones. Entonces, realmente segaremos las bendiciones de la Biblia. 

 

En lugar de leer un par de versículos bíblicos y seguir con la vida, intenta estudiar la Palabra de Dios con atención, pensando en cada versículo que lees. Pregúntale a Dios qué quiere que aprendas de cada texto, y comprométete a seguir su dirección mientras lees su Palabra.

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