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Dustin y sus amigos estaban sentados en el borde de la acera, frente a su escuela primaria.
–¡Apuesto a que puedo escupir esta semilla hasta ese banco!
–¿Sí? Yo puedo escupir la mía hasta aquella pared.
–¿Ah, sí? Yo puedo escupir esta semilla hasta ese montón de tierra.
Había comenzado un concurso de lanzamiento de semillas de sandía. Dustin le dio un mordisco a su sandía y lo masticó, teniendo cuidado de no perder la semilla. Miró su blanco, frunció la boca y lanzó la semilla más allá de las de sus oponentes, hasta el montón de tierra. ¡Había ganado!
Algunas personas escupen las semillas en una servilleta, pero otros, como Dustin, las escupen lo más lejos que pueden. Salomón animó esta actitud ambiciosa en Eclesiastés, cuando escribió: “Todo lo que te viniere a la mano para hacer, hazlo según tus fuerzas” (Ecl. 9:10). Cuando aplicamos nuestra energía a las tareas, el trabajo y las relaciones, ocurren grandes cosas.
Habían pasado varios meses de aquel concurso de semillas de sandía, y nadie había pensado de nuevo en la competición espontánea. Entonces, en el otoño, cuando Dustin iba caminando a la escuela, vio un tallito verde sospechoso en la pila de tierra. Era una planta de sandía.
Si vamos tras nuestros objetivos con toda nuestra fuerza, nosotros también podemos producir frutos de los que estemos orgullosos. Esfuérzate aún en las tareas más pequeñas, y verás cómo crece tu productividad.