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Mi hermana Michelle llegó a casa del retiro de estudiantes misioneros muy entusiasmada con la nueva información que había aprendido. Sin esperar un minuto, me mostró su gran logro: la habilidad de utilizar palitos chinos. Me pareció divertido, ya que ella planeaba servir como misionera en la República Dominicana. De todos modos, Michelle se sentía orgullosa de su nueva habilidad y me mostró exactamente cómo sostener los palitos y moverlos con eficacia. Yo intenté aprender, pero como me sentía incómoda comiendo mi ensalada con dos palitos en la mano, escogí de nuevo el tenedor y felicité a mi hermana por haber aprendido una habilidad de la que disfrutaba tanto.
Michelle podría haberme reprendido por darme por vencida tan rápido. Podría haberme dicho que no desistiera; que no devolviera los palitos chinos tan rápido para volver al tenedor. Pero en ese sentido, todos seríamos culpables. Todos hemos probado los palitos chinos en algún momento, y la mayoría decidimos que no son la herramienta más eficaz para nuestra mesa.
A veces está bien abandonar algo que empezamos. Que hayamos jugado en el equipo de básquet un año no quiere decir que tengamos que continuar el siguiente año. Si nos damos cuenta de que no nos gusta tanto, podemos unirnos al coro el año siguiente, o quizá probar la banda. Es cierto que tenemos que cumplir con los compromisos que asumimos, pero hay momentos en los que podemos cambiar el rumbo y probar algo nuevo. No quiere decir que nos demos por vencidos. Solo significa que cambiamos de opinión.