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LA PATA DE UNA SILLA

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Cada uno, según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Pedro 4:10).

En mi aula tengo veinte pupitres. Diecinueve son idénticos. Cuando inicio el año con la clase más numerosa que me toca, de veinte alumnos, todos eligen dónde se sentarán con mucho más cuidado que en otras clases, porque quieren saber a quién le toca el pupitre número 20. El pupitre en sí no tiene problemas. Tiene una superficie lisa para escribir, y la silla que está anexada tiene un asiento ancho y cómodo. El problema es que una de las patas de la silla es un centímetro más corta que las demás, y eso hace que el pupitre se mueva y distraiga al que está sentado allí. Nadie quiere sentarse en ese pupitre. 

 

Una silla puede tener las cuatro patas, pero si una de ellas es más corta que las demás, afecta drásticamente la estabilidad de la silla. Si falta una pata, la silla ni siquiera puede mantenerse en pie. Necesita el apoyo de todas las patas. 

 

De manera similar, cada cristiano en la iglesia tiene un don específico dado por Dios. Quizá pensamos que ya hay suficientes personas apoyando la obra de Dios o que nuestros pequeños esfuerzos no tendrán demasiado efecto, pero todos funcionamos como las patas de una silla. Solo cuando cada uno cumple con su parte, la iglesia puede mantenerse estable y prospera. 

 

Si te gustaría encontrar nuevas formas de apoyar a tu iglesia, habla con el capellán o el pastor. Ellos pueden tener el trabajo perfecto para que ayudes a los demás cristianos mientras se sostienen unos a otros.

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