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Horquillas, pelotas de tenis, perchas o ganchos, destornilladores… Las personas desesperadas usan casi lo que sea para intentar abrir una puerta cuando se han quedado afuera sin llave. Yo me di por vencida y compré una segunda llave para mi camioneta porque me quedaba afuera con demasiada frecuencia. Aun así, me encantaría aprender el método del cordón de zapatos para abrir una puerta de coche.
En YouTube el proceso se ve sencillo. Hay que hacer un nudo corredizo en el centro del cordón, pero sin apretarlo; deslizar el cordón detrás de la puerta del coche, en el interior; moverlo con cuidado hasta la perilla trabada; darle un tirón al cordón para que se apriete el nudo; y levantarlo para destrabar la puerta. Si alguna vez pierdo mi llave extra, tendré que probarlo.
Afortunadamente, Jesús provee la palanca para abrir el cielo. Como dijo en Mateo 7:8: “Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá”. Aunque ninguno de nosotros se ha ganado el derecho a la vida eterna, Jesús murió como nuestro Sustituto. Nuestros pecados pueden trabar la entrada al cielo, pero Jesús ya abrió la puerta.